- Marcia Morgado
Boda Real del Príncipe Hussein

Todo comenzó el 7 de marzo con la ceremonia de la henna en honor de la princesa Iman, hija mayor de los reyes Abdalá II y Rania de Jordania. El 13 de marzo, la reina se vio visiblemente emocionada en la boda real de la princesa con Jameel Alexander Thermiotis, financiero venezolano de origen griego.
Entonces se sucedieron las graduaciones de los hijos menores: el 12 de mayo Salma se graduó de la universidad de California; el 24, Hashem, el hijo menor, de bachillerato. En esa ocasión, Rania dijo: “Chicos, ¿pueden reducir un poco la velocidad? Esta mamá necesita coger aire”. Pero aún faltaba la pièce de résistance: la boda del príncipe Hussein, heredero al trono hachemita, el primero de junio. El evento de mayor relevancia internacional en Jordania por décadas.

Diez días antes, la reina organizó la ceremonia de la henna para la futura princesa. 600 mujeres participaron en la fiesta tradicional musulmana. Rania les dio la bienvenida, diciéndoles: “estoy tan feliz de que todas puedan estar aquí para celebrar con nosotros. Hoy es un día especial para toda la familia jordana: nuestra alegría es la misma, cerca o lejos, todos están hoy en nuestros corazones”, y continuó: finalmente tengo una nuera: Rajwa es mi esperanza ante Dios para el príncipe Hussein. Hussein es mi primera alegría, mi hijo mayor y siempre soñé con verlo como novio”.
El día antes del enlace, el príncipe disfrutó de una fiesta privada seguida por otra con 4,000 miembros de las fuerzas armadas. El príncipe es capitán de las fuerzas armadas jordanas y del ejército árabe. En ese contexto, el rey le entregó su regalo de bodas: una espada hachemita, símbolo de la justicia y defensa del reino. Un momento emotivo fue cuando el príncipe besó la frente paterna.
No obstante que el evento fue transmitido mundialmente, festejado en todo el país y contó con la representación de la realeza internacional, la ceremonia mantuvo la esencia de ser algo muy personal y precioso para la familia real hachemita. Acorde a los ritos islámicos la ceremonia, conocida como “katb el-ketab” fue oficiada por el Dr. Ahmed Al Khalaileh, imán de la corte real.
Los reyes Abdalá II y Rania –que lució un sobrio vestido negro bordado en el cuello, espalda y antebrazos, creación de Dior; para el banquete vistió un diseño del libanés Elie Saab– llegaron antes que nadie al palacio Zahran, en Amán. En el mismo palacio en el cual contrajeron matrimonio –el 10 de junio de 1993–, se celebraría la ceremonia. Ellos recibieron personalmente a los 140 invitados. Los primeros fueron los padres de la novia: el empresario saudí Khalid bin Musaed bin Saif bin Abdulaziz Al-Saif y su esposa, Azza bint Nayef Abdulaziz Ahmed Al Sudairi, parte del clan Al Sudari, al cual pertenece el rey Salman de Arabia Saudi.

A los padres de la novia le siguieron William y Kate, los príncipes de Gales –ella seleccionó un vestido de Elie Saab–; los príncipes herederos Mary y Federico de Dinamarca; el rey Felipe de Bélgica y su hija, la princesa heredera Elizabeth; los reyes Máxima y Guillermo de Holanda; la princesa heredera Victoria de Suecia y su esposo, el príncipe Daniel; el príncipe heredero Hakoum de Noruega; la jequesa Sheikha Moza Bint Nasser –lució un llamativo diseño vintage de Valentino 1998–; la princesa Hisako y su hija, la princesa Tsuguko; Jetsun Pema, reina consorte de Bután y su cuñada, la princesa Eeuphelma –ambas lucieron atuendos tradicionales– Jill Biden, primera dama estadounidense –con un traje de Rem Acra que ya había vestido–, asistió con su hija Ashley.

Vestido con traje militar y sable con empuñadura de oro, similar al que usó Abdalá II en su propia boda, el príncipe Hussein llegó solo. Sonriente se acercó a su madre, la besó y se encaminó al altar donde se sentó al lado del rey a esperar que entrara la novia.
Rajwa descendió de un Rolls-Royce Phantom V de 1968 –hecho a medida para la difunta bisabuela del príncipe heredero–; inmediatamente las princesas Iman y Salma le ajustaron el velo sujeto por una tiara de Fred Leighton en platino y diamantes con la inscripción Rajwatum min Allah (“Allah es esperanza” en árabe). Las princesas también cuidaron de la cola de tres metros de largo, elemento dramático del traje firmado por Elie Saab con 550 pétalos bordados con 6 kilos de perlas, cristales y cuentas: labor de 20 personas durante tres meses. Comodidad o deseo de no lucir más alta pueden ser motivos porque la novia calzó una versión de las babouches –zapatillas jordanas tradicionales– en cuero blanco,
Tomada del brazo de su cuñado, el príncipe Hashem, y con un delicado ramo de flores blancas en la mano derecha, la novia se dirigió al altar.

El matrimonio entre el príncipe Hussein y Rajwa Al Saif significa un fortalecimiento en las relaciones entre Jordania y Arabia Saudí
Durante la ceremonia la pareja leyó un verso del Corán, firmó el acta matrimonial que también atestiguaron los padres de ambos cónyuges, e intercambió alianzas matrimoniales. Concluida la ceremonia, tras abrazar y besar a los padres, descendieron del altar para abrazar y besar a sus respectivas madres. Hussein besó la mano materna antes de hacerlo en ambas mejillas.
Tras el casamiento, por decreto real la que fue Rajwa Khalid Al Saif se convirtió en su alteza real la princesa Rajwa Al Hussein. Pero el príncipe la llama “la luz de mi vida”.
Al emerger del palacio los príncipes herederos cruzaron debajo de un arco de sables, saludo oficial en bodas militares, y ascendieron a un Land Rover blanco de 1984 –el que usó Isabel II en su visita a Jordania ese año– con un arreglo floral. Rodeados por 9 Land Rovers rojos y 11 motocicletas saludaron a miles de jordanos agrupados en camino al palacio Al Husseiniya, allí celebraron un fastuoso banquete para 1700 invitados.
Quizás ahora, por fin, Rania de Jordania tenga tiempo para coger aire.




Fotos Cortesía de Royal Hashemite Court