- Marcia Morgado
Gustav Klimt, inspirado por Van Gogh, Rodin, Matisse

El complejo Belvedere está compuesto por dos palacios –el Alto y Bajo Belvedere, los jardines y el Orangerie– construidos en el siglo XVIII como residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya, quien designó a Johann Lucas von Hildebrandt (1668-1745) como el arquitecto encargado del proyecto. El grandioso jardín francés une los dos palacios. Con frecuencia comparan el complejo al de Versalles. En 1998 el Belvedere fue designado sitio histórico por la UNESCO.
Además de ser el hogar de una importante colección de arte barroco y austríaco, el Belvedere posee la colección más completa de obras de Gustav Klimt, entre ellas la famosa El beso (1907), objeto de una reclamación internacional y la película de 2012, La dama de oro (Woman in Gold), con Helen Mirren y Ryan Reynolds. La colección incluye piezas importantes de dos de los expresionistas austríacos más reconocidos: Egon Schiele y Oskar Kokoshka.

En la exhibición, se yuxtaponen conocidas pinturas de Klimt con obras de van Gogh, Henri Matisse y Auguste Rodin, así como otras importantes figuras que incluyen a Claude Monet y John Singer Sargent
Hasta el 29 de mayo en el Bajo Belvedere se puede visitar la exhibición Klimt: Inspirado por van Gogh, Rodin, Matisse. La exhibición –una colaboración entre el Belvedere y el Museo van Gogh en Ámsterdam, este último especializado en arte modernista– comenzó a planificarse en 2015 y cuenta con 90 obras.
Gustav Klimt –nacido en 1862 en Baumgarten, cerca de Viena–, fue una de las figuras claves del modernismo vienés; creador y primer presidente de la sociedad de artistas conocida como la Secesión, de gran importancia para el desarrollo artístico en la ciudad. Una sencilla placa con su nombre marca donde fue enterrado en 1918 en el cementerio Hietzing: contaba 55 años.
La primera exhibición de los Secesionistas tuvo lugar en la primavera de 1898 y contó con 500 obras procedentes de diferentes partes de Europa. Aunque Klimt viajó poco, dada las exhibiciones organizadas por la Secesión en Viena, él estuvo al tanto de las coordenadas artísticas en Europa occidental.
Por largo tiempo críticos e historiadores de arte le restaban atención, calificándolo como “decorador”, o catalogando su obra como “pornográfica”. Algunas piezas en lugares públicos causaron debates que, en ocasión llegaron a humillarlo, tal como en 1894 cuando el escándalo por las tres pinturas que hizo para la Gran Sala de la Universidad de Viena culminó en que fueran retiradas antes de la inauguración. Rodeado de sus gatos, él se recluyó. Sin embargo, el Friso de Beethoven (1902) en una de las salas del Pabellón de la Secesión, muestra cómo vinculó brillantemente ornamentación y erotismo con motivos mitológicos. El friso se considera una de las piezas públicas más importantes que pintó.

En la exhibición que nos ocupa, al yuxtaponer conocidas pinturas de Klimt con piezas de Vincent van Gogh, Henri Matisse, Auguste Rodin así como otras importantes figuras que abarcan desde Claude Monet hasta John Singer Sargent, se propicia un diálogo entre obras de Klimt y sus fuentes modernistas. Es evidente que Klimt tuvo contacto con el controversial (en el momento que se expuso en el Salón de París de 1884) Retrato Madame de X que Singer Sargent pintó. Tanto en París –donde viajó en 1909– como en diversas exhibiciones de la Galerie Miethke en Viena, estuvo en contacto con la vanguardia francesa de los postimpresionistas y los fauvistas, lo cual impactó la segunda mitad de su carrera.
La primera etapa de Klimt tocó fin en 1909 cuando escribió en una tarjeta postal que envió desde París: “No más cuadrados, la naturaleza gana”. Adiós al uso de la ornamentación geométrica que le caracterizaba, en obras tan conocidas como el retrato de Adele Bloch-Bauer (1907) en el que se observan cuadrados y rectángulos en oro y plata tanto en el vestido de Bloch-Bauer como en el fondo de la pieza.
Si bien a partir de la primera década del siglo XX se observa un cambio considerable en el uso del color y del pincel/brocha, que deja atrás el estricto formalismo de su primera etapa, Klimt se mantuvo fiel a la bidimensionalidad en sus composiciones. La influencia del colorista magistral que fue van Gogh es evidente en la obra tardía de Klimt, en piezas como el retrato inconcluso de Johanna Staude (1917-1918).
En ella también vemos paralelos con los retratos de Matisse, cuya obra refleja la “armonía de composición” que Klimt buscó siempre: plasmar el equilibrio de todos los elementos pictóricos. A su manera Klimt incorporó la coloración y libertad en el uso del pincel/brocha a la bidimensionalidad característica de los Secesionistas.
Complejo Belvedere





