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  • Marcia Morgado

María Teresa de Luxemburgo: Brisa Caribeña en el gran ducado Luxemburgués


maría teresa de luxemburgo
Siempre se destacan las miradas de complicidad entre los grandes duques. Aquí les vemos durante la visita del presidente de Alemania, H.E.M. Frank-Walter Steinmeier

Expresiva, tanto en su manera de hablar y reír como en su gestualidad, la inteligente y decidida María Teresa de Luxemburgo le inyecta un contraste dinámico a un ambiente predominantemente germánico. El minúsculo ducado, que comparte fronteras con Alemania, Bélgica y Francia, obtuvo autonomía en 1815; desde entonces ha tenido nueve monarcas. Tras la abdicación de su padre, el gran duque Jean, el príncipe heredero Henri asumió el título de gran duque en el año 2000. Desde esa fecha la monarquía parlamentaria tiene a la enérgica María Teresa compartiendo el trono ducal como soberana consorte.


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En el Día Nacional se celebra el cumpleaños de gran duque, y entre las numerosas celebraciones destacan dos grandes recepciones en los jardines del castillo Berg

En el contexto de un ambiente caracterizado por la parquedad, la personalidad extrovertida de SAR María Teresa, su gusto por vivir una vida normal, y preferencia por trajes de colores brillantes —diseñados por Yves Salomon, Emporio Armani y Alexander McQueen—, unido al pensamiento contemporáneo, contribuyen a que la gran duquesa llame la atención.


Se ganó el respeto de los luxemburgueses, aprendiendo el idioma del pueblo que representa y manteniendo una actitud accesible, mucho más acorde a las coordenadas sociales del mundo actual. Pero no el favor de su suegra, la entonces gran duquesa Carlota, quien la rechazó por ser plebeya desde antes que la pareja contrajera matrimonio. Ella intentó, sin éxito, disuadir a su hijo. Pero el entonces príncipe heredero estaba prendado de la chica que conoció en la universidad.


El 14 de febrero de 1981 —ataviada con un diseño de la parisina casa Balmain, de seda blanca con remate de piel, también blanca, en las mangas, el escote y la parte inferior de la acampanada falda y cola que emergía del escote a modo de capa; el velo sujeto por la tiara del Congo, préstamo de Carlota—, María Teresa Mestre y Batista se convirtió en princesa heredera. La ceremonia tuvo lugar en la catedral de Notre Dame, en Luxemburgo que en la antigüedad se conocía como la catedral de Nuestra Señora María Teresa. Entonces, como ahora, la pareja comunica una relación de amor y complicidad que también llama la atención en ese contexto. Celebrando sus 40 años de matrimonio, los grandes duques publicaron Un amor soberano, que abarca esas cuatro décadas.


No obstante que la futura gran duquesa no pertenecía a la realeza, la futura gran duquesa nació en La Habana, Cuba, el 22 de marzo de 1956, en el seno del hogar que el banquero José Antonio Mestre y Álvarez formó con María Teresa Batista y Falla, descendiente de una de las familias más aristocráticas en Cuba. El auspicio a instituciones benéficas, mecenazgo de las artes y la filantropía eran parte intrínseca del quehacer familiar. Esas actividades incluyeron la creación y apoyo a clínicas, hospitales, becas universitarias, la filarmónica de La Habana y el liceo del Vedado.


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Los grandes duques posan en el palacio ducal con sus cinco hijos y su nuera: príncipe Sebastián, princesa Alexandra, príncipe heredero Guillermo, los grandes duques, la princesa Stéphanie (embarazada de su segundo hijo), esposa de Guillermo, príncipe Félix y príncipe Luis de Luxemburgo

SAR Maria Teresa se marchó de Cuba con sus padres y hermanos —Antonio, Catalina y Luis Laureano— en 1960. Hasta 1965, residieron en New York; después brevemente en Cantabria, España para finalmente establecerse en Ginebra, Suiza. Allí estudió en el instituto Marie-José de Gstaad, y luego en el Marie-Thérèse de Ginebra, hasta graduarse del bachillerato. Estudió ciencias políticas en la Universidad de Ginebra donde conoció a su futuro esposo, el príncipe heredero de Luxemburgo.


Teniendo presente el mantra social de su familia: el que mucho tiene, mucho debe dar, no es de extrañar que use su posición como presidenta de la Fundación María Teresa —que le fue legada cuando se casó con el entonces príncipe—. para contribuir en el ámbito humanitario. A partir de la guerra en Ucrania, la fundación brinda apoyo a los refugiados ucranianos acogidos en el ducado.


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Los grandes duques disfrutan mucho como abuelos. Aquí los vemos durante una visita al Parc Merveilleux en Bettembourg, con tres de sus nietos: Amalia, Liam y Charles

“La lucha contra la pobreza, la precariedad y la exclusión social están entre las grandes causas que llevo en el corazón”

Desde 1997 funge como embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO; entre sus prioridades destacan la ayuda a niños que enfrentan dificultades sociales. Con el fin de reintegrar a muchos de los niños encarcelados por la violencia y la marginación en Burundi, fundó el proyecto “Tender una mano”. Para enfrentar los trastornos en el aprendizaje, inauguró el primer foro mundial sobre ese tema. La violencia contra las mujeres en procesos bélicos la llevó a crear la fundación “Stand Speak Rise Up”.


Por esa labor humanitaria ha recibido doctorados honoris causa de las universidades Seton Hall, en New Jersey y León, en Nicaragua; la representación de la Santa Sede en Naciones Unidas la distinguió con el premio “Path to Peace”. Por su contribución impulsando los derechos de las mujeres, las iniciativas de microfinanza y promoviendo la educación de mujeres y niñas, en 2022 fue nombrada miembro honorario de Zonta International.

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SAR junto a sus nietos Liam y Charles

Paralelo a representar al ducado junto a su esposo y desarrollar una incansable lucha social, la gran duquesa tuvo a su cargo la formación de sus cinco hijos —los príncipes Guillermo, Félix, Luis, Sebastián, y la princesa Alexandra— de manera sui generis en el contexto del ducado. Si bien todos sus hijos recibirían una educación similar, solo el primogénito, Guillermo ascendería al trono. Sabía que en ese momento los cuatro menores dejarían de tener un papel protocolar. Decidida a que cuando llegara ese momento, ellos pudieran lidiar con esa realidad con positivismo, los preparó para que comprendieran que los privilegios de la Corona conllevan grandes sacrificios acorde a los deberes y obligaciones que forman parte intrínseca de esa posición.


María Teresa fue una las primeras plebeyas en ascender a un trono europeo, y la única caribeña en esa posición. A pesar de los años fuera de su país, ella asegura tener a Cuba muy presente no sólo en su forma de ser, sino en algunos de sus gustos culinarios. Sus padres se instalaron en Miami en los años Ochenta, y la entonces princesa les visitaba con frecuencia. En ocasiones comía junto a su familia en restaurantes locales donde la futura gran duquesa degustaba algunos de sus platos preferidos: frijoles negros, picadillo, yuca con mojo y tostones. Sintió alegría al enseñarle cómo hacer picadillo al cocinero de palacio; también dulce de leche, a la cubana. Pero, al ver un merengue, se agolpan los recuerdos de ese mundo cubano familiar que le da color a su vida, y al ducado.


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La gran duquesa María Teresa en una función oficial

Fotos: © Maison du Grand-Duc / Sophie Margue / Kary Barthelmey/ Emmanuel Claude

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