- Marcia Morgado
Luz, color y poesía en los paisajes de Monet y Mitchell

Volúmenes y transparencias ideadas por el reconocido arquitecto norteamericano de origen canadiense Frank Gehry, ganador del Premio Pritzker, caracterizan el edificio de la Fundación Louis Vuitton en París. Este es el marco para el diálogo entre Claude Monet y Joan Mitchell que puede visitarse del 5 de octubre al 22 de febrero, 2023.
La exhibición estará montada en ocho galerías del “iceberg”, nombre que Gehry le dio a la estructura de 126,000 pies cuadrados en concreto y acero que contiene las galerías, desde donde sobresalen doce paneles de cristal moldeados en ondulantes velas. Ellas forman el escultórico exterior de la estructura, lo que Gehry –conocido internacionalmente por sus edificios emblemáticos entre los que destacan el Museo Guggenheim de Bilbao y el Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles– definió como el “vestido efímero”, y donde se reflejan las copas de los árboles circundantes.

Poesía y musicalidad caracterizan la obra de Monet en la que Mitchell encontró inspiración. Evidentemente, Monet influyó al expresionismo abstracto que se inició por los años 40. A consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, el eje de las vanguardias artísticas se desplazó de las capitales europeas a Nueva York. En 1955 Alfred Barr, primer director del Museo de Arte Moderno (MoMA) de esa ciudad, adquirió el tríptico Los Nenúfares, parte de los gigantescos paneles que Monet pintó entre 1914 – 1926, cuando falleció.
La presencia de esta obra en la meca del arte moderno le dio acceso a los artistas que formaron la primera generación del movimiento que se conoce como la Escuela de Nueva York a conectarse con la esencia abstracta en Monet. Según Barr, Monet es un "puente entre el naturalismo del comienzo del impresionismo y la escuela contemporánea de la abstracción de vanguardia”, ostensible en muchas obras tardías del padre del Impresionismo.

La Escuela de Nueva York se divide entre dos grupos: la gestualidad abstracta de Jackson Pollock y Willem de Kooning se encaminó por la pintura de acción, mientras que el misticismo de pintores como Mark Rothko y Barnett Newman, interesados en encontrar la forma de expresar un contenido más trascendental, los condujo a explorar los campos de color.
Joan Mitchell fue una de las pocas pintoras que formaron parte del movimiento; las otras fueron Helen Frankenthaler, Lee Krasner, Elaine de Kooning, y Grace Hartigan. La manera en que Mitchell incorporó elementos del abstraccionismo en su paisajes comunica la afinidad con los de Monet, esto se intensificó a partir de 1968 cuando ella regresó a Francia permanentemente tras adquirir una casa en la villa de Vérthuiel, cercana a donde Monet vivió entre 1878 – 1881.
Ante un paisaje similar en las orillas del Sena, ambos expresaron un lenguaje influido por la luz y el color, patente en las 60 piezas seleccionadas por Suzanne Pagé, comisaria de la exhibición y directora artística de la FLV, para explorar los paralelos entre ambos. Los Monet se presentan en colaboración con el Museo Marmottan que posee la colección más extensa de su obra.

Destacan en la selección el Tríptico Agapanthus (1915 – 1926) que se muestra por primera vez en París –fue vendido por separado a tres instituciones museísticas: el Museo de Arte de St. Louis, el Museo Nelson-Atkins de Kansas City y el Museo de Arte de Cleveland–, y diez pinturas de Mitchell, parte de la serie La Grande Vallée (1983 – 1984). En ellas es visible la enérgica gestualidad de cada uno.

Simultáneo a Monet – Mitchell, y en colaboración con el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) y el Museo de Arte de Baltimore (BMA), la LFV presenta la retrospectiva europea más importante de Mitchell en tres décadas. Instaladas en las galerías 1 y 2 de la planta baja del complejo, los 50 cuadros seleccionados destacan la presencia del paisaje dentro del estilo abstracto porque como dijo “Mi pintura es abstracta pero es también un paisaje”.

Monet transformó la pintura al aire libre, en plein aire, plasmando directamente la naturaleza que observaba en piezas de gran escala sin bocetos previos. Frecuentemente pintaba el mismo lugar a diferentes horas del día como en la serie de la Catedral de Rouen entre 1892 – 1893. No obstante las cataratas que padeció, a partir de la primera década del siglo XX, se dedicó casi enteramente a pintar los nenúfares del estanque en su casa en Giverny.
Trabajó las enormes telas con grandes brochazos y texturas creando obras ricas en luminosidad, como los ocho paneles montados en las dos galerías elípticas del Museo de L’Orangerie, su legado al Estado francés como un monumento a la paz tras la firma del armisticio de 1918; allí están instaladas tal como lo había pensado. Algunas de las que presenta la FLV son parte de
la misma serie.
La pasión por la luz y el color, el paisaje y la poesía impulsa el diálogo entre Monet y Mitchell: un encuentro entre sensibilidades afines.
Fotos cortesía de Foundation Louis Vuitton